ESCENARIOS DE RIESGO
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En este apartado profundizamos en los riesgos que acarrean ciertos círculos de interacción social para las personas que usan drogas. Se tratan cuatro casos de relaciones paradigmáticas entre las personas que usan drogas y las personas externas, es decir, actores que influyen en la experiencia y los riesgos asociados al uso.
- Grupos ilegales o combos tienen un rol fundamental en la reglamentación del consumo y riesgos asociados a la integridad de las personas que usan drogas.
- La familia como un vínculo fundamental para fomentar la protección de las personas consumidoras.
- Fuerza pública, desde la relación tensionante e históricamente hostil hacia las personas que usan drogas.
- Relaciones vecinales y la dinámica que juegan en la seguridad del barrio y políticas de ‘limpieza social’.
Toda la organización criminal de Medellín se centra en el comercio de drogas, siendo esta la fuente de ingresos predominante, aunque no la única. Para afianzar ese negocio territorialmente, los grupos ilegales adoptaron una serie de estrategias de gobernanza en los barrios cercanos a los lucrativos mercados de drogas.
La fuerza coercitiva por parte de los combos conlleva una serie de violencias y riesgos que enfrentan las personas usuarias y que, justamente, desencadenan en vulneraciones efectivas a sus derechos humanos. Estas incluyen:
- Amenazas y agresiones físicas que afectan su integridad personal.
- Asesinatos selectivos que atentan contra su derecho a la vida.
- Vulneración del derecho a la libertad y la igualdad y no discriminación se hace evidente ante la imposición de una regla moral por parte de los actores armados que regulan los consumos en el espacio público, restringiendo la libre circulación y movilidad de las personas que consumen drogas en la ciudad.
La familia desempeña un doble rol para las personas que consumen drogas:
- Actúa como el primer entorno protector y de socialización.
- Se convierte en el espacio donde el estigma puede tener un impacto más significativo, llegando incluso a desencadenar situaciones como las expulsiones del hogar.
Aunque la familia y, por extensión, el ámbito privado, emerge como el principal refugio para las personas que consumen drogas en Medellín al forjar conexiones esenciales destinadas a respaldar la dignidad de las personas, especialmente en la juventud, también nace ahí la discriminación hacia quienes consumen desde una réplica del sistema prohibicionista.
A pesar de las garantías legales en torno al consumo de drogas y al uso del espacio público, sobre las cuales la Corte Constitucional se ha pronunciado en repetidas ocasiones, el estigma que pesa sobre las personas usuarias ha acarreado violencia de parte de miembros de las fuerzas militares, siendo la población usuaria uno de los grupos principalmente victimizados por fenómenos como las ejecuciones extrajudiciales durante la primera década de los 2000.
- Extralimitación de la fuerza.
- Prácticas indebidas que ponen en riesgo la seguridad de las personas.
Con base en el recientemente derogado artículo 140 del Código Nacional de Seguridad y Convivencia Ciudadana, la policía tenía un rol de vigilancia y regulación para tomar medidas correctivas y sancionatorias (de carácter administrativo) en contra del porte, consumo, distribución y comercialización de SPA en espacios públicos. Esta política ha causado una persecución selectiva contra los usuarios/as de drogas en Medellín220 en la que “la policía no toca a jíbaros, pero sí a usuarios”.
La legitimidad que tienen los vecinos adquiere importancia en función con otros actores externos, como la fuerza pública y los combos. No es solo curiosidad o un interés sobre la vida privada del otro; en Medellín, esto tiene un peso que acarrea riesgos sociales e individuales: implica una valoración sobre sus acciones que puede llevar a peleas, amenazas, desplazamiento forzado e incluso, violencia física.
- La valoración negativa del uso de drogas hace que muchos vecinos de lugares de expendio recurran a la policía.
- También persiste la búsqueda de legitimidad comunitaria por parte de los combos a través de la estigmatización social de los consumidores. Esto opera mediante la comunicación y mediación con la comunidad barrial, cuando los residentes llaman los combos con el fin de controlar el consumo que consideran ‘indeseado’, creando riesgos sociales e individuales de las personas que usan drogas.